Ya tenemos un clásico. Un clásico de la literatura
distópica. O futurista, no sé cómo encasillar esta novela de dimensión universal:
“Cadáver exquisito”. Traducida a más de una veintena de idiomas, y aplaudida
por la crítica y por cientos de miles de lectores que ven en esta historia un
holograma de los tiempos que vienen. O de los tiempos que son.
Agustina, nacida en Buenos Aires, es licenciada en
artes (UBA).
Junto con Mariana Enríquez, Samanta Schweblin y Gabriela Cabezón Cámara, son algunos nombres de esta nueva ola de literatura latinoamericana. Una literatura que estremece, talentosa, bizarra, tierna y grotesca.
Mónica Ojeda y Natalia Freire, autoras ecuatorianas, forman parte de esta lista.
Me crucé por primera vez con la existencia de esta
novela en los meses de la pandemia. La reseña que leí destacaba los muchos
premios que llevaba hasta entonces, 2020, incluido el Premio Clarín
Alfaguara en el 2017. Pero sobre todo, lo nuclear de la reseña, era la invención
de un mundo donde el canibalismo no solo era legal sino que estaba regularizado
por el gobierno en toda su cadena de producción. Entre el confinamiento, el
Covid19 y lo pesadillesco de la realidad nacional, es imposible que pase
desapercibida una ficción de este talante.
Finalmente, la novela llegó a las librerías del país.
No me animé a leerla apenas la vi. Sentí recelo,
angustia, hasta que una mañana septembrina de sol canicular, empecé con sus
primeros párrafos, y me deslumbró.
Marcos Trejo, un burócrata entristecido por la pérdida
de su hijo, recibe una cabeza, una hembra de la mejor carne, para faenarla o
venderla. En una ciudad gris y desolada, Marcos, que también tiene que lidiar
con el cuidado del padre, que enloqueció, y la separación de su esposa, ve cada
día cómo la sociedad degeneró en una deshumanización ciega y fanática desde que
un virus hizo imposible el consumo de carne animal.
Y hasta ahí llego. Recomiendo su lectura.
Hace poco conocí a la autora y a la pregunta de si
cree que “Cadáver exquisito” es una novela que de algún modo eclipsará su obra
literaria, me respondió que la posteridad no le interesa, y que a pesar de las
muchas alegrías que le hado “Cadáver exquisito” su pasión es escribir, y
mientras tenga las facultades mentales para hacerlo, es la única felicidad
posible.
Bon apetit.