3/5/12

Tengo una tarde muerta

Tengo una tarde muerta atravesada en la mandíbula del sueño, viaja por sus túneles de estiércol, pueril y maldita, y raspa con sus uñas el cutis de la ciénaga azul del cerebro, y no llora porque las tardes muertas respiran envueltas en alambres dionisíacos, y sacude su cuerpo de dragón en ambulancias, y arremete contra el sano juicio del esqueleto. Del pulmón me brota una tarde muerta que se niega a danzar sin los pinceles del averno, que se arrastra, desnuda y serena, por los rincones sucios del intestino, de la vértebra y el silencio. Así son las tardes muertas, me digo, nunca dibujan el otoño en el espejo siempre mancillan su honor vestidas de ceniza en Singapur, así son las tardes muertas, me repito, sostienen la dictadura del gusano y avalan el sistema del ombligo.

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